viernes, 25 de septiembre de 2015

Seguridad y Cambio Climático en el Mediterráneo (y 2)

Los efectos del cambio climático son reales, tangibles,  y sus consecuencias se reflejan en las actitudes de los pobladores de los diferentes territorios de las orillas norte y sur del Mediterráneo. Incardinadas unas con otras, las amenazas se convierten en globales aunque actúen, inicialmente, de manera aislada. Sólo la convergencia de las políticas adecuadas retrasará los efectos del cambio climático, teniendo claro que llegarán y que serán definitivos. Por ello, tan solo desde un punto de vista integral podrán atemperarse, siendo la seguridad preventiva y sostenible las únicas que pueden paliar esta admonición de carácter global, al intercalar políticas de desarrollo, de diálogo entre los pueblos y de defensa como pilar básico del mantenimiento del respeto a las leyes,  los derechos humanos y el bienestar de las personas que conforman una determinada colectividad.  

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En cuanto a la seguridad energética[1], podemos afirmar que es un asunto de prioridad especial para la orilla norte del mediterráneo, teniendo en cuenta la dependencia que la UE tiene de los recursos naturales de la orilla sur, es decir, del norte de África y Oriente Medio. De hecho, la energía es una prioridad en las relaciones euro mediterráneas desde hace mucho tiempo[2]. Por ello, cualquier factor desestabilizante en la producción de petróleo o gas y su distribución a los países mediterráneos de la UE, es motivo de atención preferente por las autoridades comunitarias, y el cambio climático está acelerando la necesidad de energía, sobre todo en la región sur mediterránea. Se trata, por tanto, de reforzar y mejorar, mediante nuevos sistemas, la seguridad energética de la región mediterránea. Por supuesto, la UE también, ya que se observa una tendencia general en el panorama energético del norte de África caracterizado por un aumento del consumo interno y un estancamiento en la producción de energía, sobre todo a partir de las diferentes “primaveras árabes”[3]. No en vano, la región MENA[4] acumula el 60% de las reservas conocidas de petróleo del mundo y el 45% de las reservas mundiales de gas, así como el control de las principales vías de exportación del mundo (estrecho de Ormuz, estrecho de Bab el-Mandeb y el Canal de Suez), representando una parte muy importante de la seguridad energética del mundo[5]. Resumiendo, mientras Argelia, Libia y Egipto son importantes proveedores de energía, Túnez y Marruecos son más importantes en cuanto al tránsito de dicha energía, sobre todo a través de gasoductos que conectan las orillas sur y norte del mediterráneo. 

Sabemos que la UE es responsable del 24% de las emisiones totales de los gases de efecto invernadero. Quizá por ello se esfuerza en aplicar políticas de lucha activa contra el cambio climático. Pero, ¿en qué medida afecta a la seguridad energética en la región mediterránea? En todo. El cambio climático afecta a la seguridad de los países, de toda la región y a la UE como estructura geopolítica supranacional. Los riesgos no son sólo ambientales, sino que incluyen otros de naturaleza humanitaria, política, geoestratégica y económica. La amenaza, por tanto, es global. Ya hemos hablado de los efectos sobre la seguridad alimentaria. Pero en este caso nos referimos, ante todo, al acceso a los recursos energéticos y su control. Ciudades más pobladas (superpobladas), temperaturas elevadas en, al menos, 2ºC y falta de recursos hídricos convierten en política estructural a la seguridad energética. En la medida que se utilizarán más recursos energéticos y en mayor cantidad, éstos se encarecerán, sobre todo los combustibles fósiles[6], radicados en su mayoría en el norte de África y Oriente Medio, a través del anillo energético mediterráneo y el corredor de gas en el sur, incluido el transporte del gas licuado[7]. La presión migratoria hacia las fronteras de los países occidentales desde el Magreb y los conflictos que se puedan generar por el control de estos recursos añaden argumentos a la necesidad de una política de seguridad energética que evite la fragilidad de los estados y su conversión en estados fallidos, la radicalización política como argumento para el expolio de los recursos naturales y suministros de energía, y la amenaza de las infraestructuras vitales debido a los movimientos migratorios masivos. Como ejemplo, podemos observar cómo la falta de agua no sólo impedirá el desarrollo de la agricultura, provocando escasez de alimentos y generando hambrunas, sino que, tal y como ocurre en algunos países del norte de África, la ausencia del líquido vital impedirá la fabricación de cierto tipo de energía necesaria para la industria y el desarrollo de los habitantes de la orilla sur mediterránea. Tal y como dijimos antes, un cambio radical en la generación de energía, absolutamente necesario, podría dar al traste con las economías de algunos países del norte de África (Marruecos o Argelia) al no depender de los combustibles fósiles. Este es otro escenario a tener en cuenta. 

Sin embargo, a día de hoy, las sociedades siguen ignorando, que no desconociendo, que existe un riesgo real para la seguridad humana derivado del cambio climático. A pesar de los datos existentes, que son muchos y muy reveladores tal y como hemos expuesto, la falta de percepción real del peligro inminente impide la aplicación de políticas más agresivas contra el cambio climático y sus efectos. Si bien la UE lleva varios años aplicando la política del 20-20-20[8], entre otras, ésta no ha conseguido trasladar medidas contundentes para la región mediterránea, tanto en el Magreb como en el Masreq; tampoco para el Sáhara y el Sahel. Así lo ambiental se convierte en amenaza y se enumeran los riesgos que para el ser humano tiene el tratamiento no adecuado de esta consecuencia de la acción humana. 

No existiendo una relación expresa entre la seguridad nacional y los asuntos ambientales, ¿qué tipo de seguridad debemos aplicar para paliar los efectos del cambio climático en los territorios y las personas que los habitan? Tratándose de un problema global, de trascendencia mundial, han de aplicarse diferentes conceptos, siendo los principales, desde mi punto de vista, la seguridad preventiva y la seguridad sostenible, que son conceptos aglutinadores. Partiendo del hecho de que, hoy día, ningún estado o grupo de estados, de manera aislada, puede afrontar los problemas actuales derivados de la seguridad, incluyendo la alimentaria y la energética, también estamos hablando de seguridad cooperativa, en tanto en cuanto que ésta fomenta la participación de actores no estatales y organizaciones no gubernamentales en la solución del problema, que solo puede obtenerse si se conciertan acciones desde lo diplomático, militar, económico, político y civil. Pero avanzando más, con el fin de concretar al máximo los conceptos que nos permitan encarar y superar los problemas derivados del cambio climático, debemos tener en cuenta un enfoque multidisciplinar, que supere los conceptos tradicionales y defina los marcos de actuación desde todos los puntos de vista posibles. Así aparece el concepto de la denominada seguridad sostenible (está definida en la nota 4 de la página 1). Desarrollo, Defensa y Diplomacia (las denominadas 3D) se convierten en las garantías de los derechos de los habitantes del planeta, quizá para defenderse de sí mismos y sus acciones. Este concepto de seguridad está basado en lo establecido por Joseph Nye en sus libros Bound to lead: the changing nature of american power[9] y Soft power: The means to success in world politics[10]. Según la teoría de Nye, existirían dos tipos de poderes traducidos como el blando y el duro. El Soft power (poder blando) se aplica cuando se pretende utilizar elementos de naturaleza persuasiva para alcanzar objetivos políticos vinculantes; el Hard power, o poder duro, se aplica cuando solo sirven las medidas de carácter coercitivo desde un concepto militar[11] del control de la seguridad. Desde la utilidad de ambas surge la seguridad sostenible como ejercicio de eclecticismo, como forma de reconciliar estas dos visiones tan necesarias como antagónicas. De esta forma Defensa, Desarrollo y Diplomacia se convierten en un poder inteligente para conseguir una seguridad global. Por lo tanto, el cambio climático y sus efectos, sobre todo los concernientes a la seguridad alimentaria y energética, deben formar parte de una estrategia de seguridad nacional perfectamente incardinada en unos objetivos globales compartidos por el máximo de estados. Tal y como señala Elena Conde Pérez[12] “(...) en el continente africano se da la paradoja (...) en función de la cual, pese a ser el continente menos responsable en términos antropogénicos en el fenómeno del cambio climático, los efectos del mismo serán devastadores (...)”. Su dependencia de los recursos naturales, las frágiles estructuras gubernamentales y los efectos del cambio climático son un riesgo para la seguridad de naciones, regiones, continentes y la estabilidad mundial. Ante estos desafíos sólo es posible intervenir desde la prevención, la anticipación y la colaboración internacional, actuando allí donde surgen los problemas de manera prioritaria y como única forma de evitar los efectos derivados de los problemas medioambientales generados por el hombre y que conforman el calentamiento global. Sólo así es entendible la aplicación de conceptos de seguridad sostenible, seguridad global y seguridad preventiva, en los términos que hemos expuesto anteriormente. Con este planteamiento, una migración masiva, en países magrebíes por ejemplo, donde la presión migratoria sobre las fronteras es ya destacable, provocaría el caos organizativo y de gestión de un estado, seguramente ya de por sí débil, y con un control relativo de las fuerzas de seguridad estatales; desabastecimiento, posibilidad de epidemias ante un sistema sanitario inadecuado e ineficaz llevaría al surgimiento de conflictos que podrían verse agravados por problemas étnicos o religiosos latentes. La apropiación de los recursos naturales, de la energía, ante el temor de verse privado de ella, desencadenaría, sin duda, el clima necesario para una guerra civil que, dado su carácter político, podría afectar a toda la región y, por ende, a la frontera sur de la UE, que sería aprovechada por las redes internacionales del crimen organizado y que incrementaría exponencialmente los riesgos y las amenazas. Es ahí donde se necesitan todas las dotes diplomáticas posibles para la solución del problema, con programas de mantenimiento de la paz en caso de conflicto, y con programas de cooperación y desarrollo desde las zonas más prósperas para superar las crisis y las emergencias derivadas de los disturbios que se generarían por los efectos del cambio climático antes expuestos, siendo un potenciador de los riesgos y amenazas existentes[13]

Junto a la aplicación de una seguridad global, sostenible y cooperativa, es necesario transformar, como estrategia diplomática y de desarrollo el modelo productivo actual, así como los hábitos de consumo en lo que respecta a la energía y a la alimentación. La apuesta por las energías renovables parece una solución clara en una región donde la desertificación se expande por la ausencia de precipitaciones y donde las horas de sol, por ende, serán mayores; está demostrado que energías como la solar o eólica sirven muy bien para el funcionamiento de determinadas infraestructuras. También sería aconsejable una unidad de actuación en la zona, tanto en el Magreb como en el Masreq o en todo el norte de África. Esta unidad de actuación sería adecuada para multitud de programas que deben ponerse en marcha en la región, pero ante este tipo de amenazas tendría que venir de la mano de una verdadera unidad política, aunque sólo fuera sustentada por un gran consenso económico, como ocurre en la UE[14] en la actualidad, aprovechando las actuales estructuras geopolíticas existentes[15]. Se deberían solucionar antes los problemas actuales que atraviesan. 

Trabajar en ello en el horizonte es no perder de vista este concepto: Desarrollo sostenible: “Desarrollo que cubre las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de generaciones futuras de cubrir sus necesidades”. Toda una declaración de intenciones. 




[1] Disponibilidad de un abastecimiento fiable de energía a precios asequibles. 


[2] La energía en la región Euro-Mediterránea. Speech/09/103. Comisaría europea de Relaciones Exteriores y Política de Vecindad. Marzo 2009. 


[3] La Geopolítica de la energía en la región mediterránea. IEEE. CESEDEN. 


[4] 'Middle East & North Africa': acrónimo utilizado en el mundo anglosajón, para referirse a la región de Oriente Medio y el Norte de África


[5] La Geopolítica de la energía en la región mediterránea. Introducción a la geopolítica y la geoeconomía de la energía en el Mediterráneo. IEEE. CESEDEN. 


[6] Fundamentalmente petróleo, gas y carbón. 


[7] Irán, Qatar, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Nigeria y Argelia, en lo que al Norte de África y Oriente Medio se refiere. 


[8] 20% de energías renovables, 20% de ahorro energético y 20% de reducción de emisiones de CO2 para 2020. 








[11] Documento marco 05/2011. La evolución del concepto de seguridad. Dirección General de relaciones institucionales. Instituto Español de Estudios Estratégicos. Ministerio de Defensa. 2011. 


[12] El cambio climático y los riesgos asociados al hábitat mediterráneo y al hemisferio norte africano. Documento de opinión 69/2012. IEES. 


[13] Recordamos que éstos son, entre otros, el aumento de refugiados climáticos motivado por la escasez de recursos y que agravará la pobreza, y el incremento de la fragilidad de algunos estados convirtiéndose en una amenaza para la seguridad global. 


[14] “La UE es un gigante económico y un enano estratégico” Cristoph Bertram, Director de la fundación Ciencia y Política. http://elpais.com/diario/2003/08/10/domingo/1060487556_850215.html




[15] Unión del Magreb Árabe, CEDEAO o Liga Árabe, entre otras.

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